El día de reposo o Sabbat, lo que significa "cese" o "descanso" en hebreo, fue el séptimo día de la semana, que los hebreos, más tarde conocido como los Judíos, fueron ordenados por Dios a santificar.
Todo el trabajo fue prohibido y violaciones al Sabbat, podían ser castigadas con la muerte. Era un día que iba a ser totalmente dedicado a Dios y era una señal del pacto que había hecho con su pueblo, Israel. Yavé dijo a Moisés:
"Habla a los hijos de Israel y diles: No dejen de guardar mis sábados; porque son una señal entre ustedes y yo de generación en generación, para que sepan que yo, Yavé, soy el que los santifica" (Éxodo 31,12-13).
El estricto cumplimiento del Sabbat, era una parte muy importante de la Iglesia cristiana primitiva. Jesús, por supuesto, era Él mismo un Judío, al igual que todos sus primeros seguidores y, como ellos, practica todas las costumbres judías.
¿Jesús no cumplía el día de reposo (Sabbat)?
Aprendemos, sin embargo, que durante su ministerio público, los líderes judíos, quienes no reconocieron a Jesús como quien era, lo criticaron públicamente por la violación del día de reposo.
Como el Salvador a quien habían esperado, Él estaba marcando el comienzo de un nuevo pacto, pero ellos no lo sabían. Por lo tanto, cuando fue acusado de incumplimiento del Sabbat, Él llegó a decirles:
"El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. Sepan, pues, que el Hijo del Hombre, también es dueño del sábado.” (Marcos 2,27-28)
En otras palabras, Él podía cambiar el día de reposo, porque Él era el Señor sobre ese día; Él era Dios.
Después de que Jesús murió, resucitó de entre los muertos y ascendió al cielo, sus seguidores, que lo amaban tanto, querían ser devotamente fieles a Él y hacer lo que Él les había mandado.
Aunque se había establecido una Iglesia y un líder para gobernar y guiarla en Su nombre (Mateo 16,19), Él no les había dado un conjunto de instrucciones, aparte de salir a predicar la Buena Nueva y seguir al Espíritu Santo que los llevaría a toda la verdad.
No había edificios para la iglesia, ni se había escrito el Nuevo Testamento, no había ritos litúrgicos. Estos fueron dejados para que la Iglesia los desarrollara, con la autoridad que le fue dada por Cristo.
Al principio, porque todavía eran judíos o gentiles judaizantes, los seguidores de "el Camino", como fueron llamados los primeros creyentes (Hechos 18,25;19,9), continuaron yendo el séptimo día de la semana para al templo, para la adoración y acatar el Sabbat.
Sin embargo, un cambio importante tuvo lugar en sus vidas, y esto llevaría a un período de buscar y preguntarse cómo debían vivir como judíos y al mismo tiempo seguir a Jesús. Vieron a Cristo como el cumplimiento de la Antigua Alianza, aunque aún seguían considerándose judíos.
Domingo: día del Señor resucitado
Estos creyentes de Jesús fueron llamados cristianos por primera vez en Antioquía (Hechos 11,26). Se reunían en sus casas "en el primer día de la semana" (domingo) para la "fracción del pan" (Hechos 20,7) Esto es lo que se les había mandado a hacer el Señor Jesús, la noche de su última cena (Lucas 22,19).
Con el tiempo, sus nuevas formas de culto, que los movían más y más lejos del judaísmo, llamaron la atención de los líderes judíos no cristianos y del Imperio Romano, que los vieron como una amenaza. Esto condujo a la persecución generalizada del "Movimiento de Jesús", un grupo que ellos creían que serían una secta temporal que pronto sería aniquilada.
Para su gran sorpresa, ocurrió todo lo contrario. Contra todo pronóstico, este pequeño grupo de creyentes creció hasta convertirse finalmente la religión que existe en todo el mundo occidental.
Bajo la guía del Espíritu Santo, y con la autoridad que se les fue dada por Cristo, los Apóstoles finalmente sustituyeron el sábado de Sabbat como el día dedicado a Dios y lo cambiaron al Domingo, día del Señor.
Hay una fuerte evidencia en la Escritura y numerosos escritos de los primeros cristianos, que indican que el domingo fue elegido porque ese día Jesús había resucitado de entre los muertos.
Por ejemplo, San Ignacio (Epist. ad Magnes - 9) habla de los cristianos diciendo que "ya no guardan el Sabbat, pero viven en el cumplimiento del día del Señor, día en el cual también se levantó nuestra vida de nuevo".
En la Epístola de Bernabé (15) leemos: "Por lo cual, también, guardamos el octavo día (es decir, el primero de la semana) con alegría, el día en que Jesús resucitó de entre los muertos".
Sin la resurrección del Domingo de Pascua no habría habido ninguna fe, pues fue en ese día de la semana que Jesús demostró que era Dios.
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